Asesina

Hoy soy peligrosa... Podría atacar a la menor provocación y desgarrar tejidos con uñas y dientes, hacer que brote la sangre de las yugulares y aortas. Podría acuchillar depiadadamente y después desollar de forma magistral el cadáver de mi víctima, balear a quien me mire feo, sólo por el gusto de ver como brota en chorritos delicados y como se expande por la alfombra un bello manchón escarlata. Podría ensayar tiro al blanco desde la azotea de un alto edificio en la zona Río y ver como caen silenciosamente los monitos y monitas que polulan por la ciudad. Que tal arrollar al maldito transeunte que se atraviesa sin ver que hace 30 segundos la luz es roja, roja, roja, como sus víseras embarradas en los neumáticos. Igual podría sacar del camino o hacer que trágicamente se voltee esa fodonga ama de casa que por ir hablando por celular, pintándose las pestañas y sacándose un moco, por poco hace que choque con el güey del vochito amarillo... Quizá estrangularía por el simple gusto de sentir las vértebras de la víctima cediendo a la presión de mis finos dedos mientras canto "Salamandra". O tal vez arrojaría delicadamente por las escaleras a algún paseante despistado que se cruce en mi camino y me dirija una mirada libidinosa no apta. Mínimo apagarle el cigarro en la frente al ojete que se metió en la fila del banco (claro, después de la chinga que le acomode con el baston de acero que uso para "proteger" mi carro) Y que me dicen de envenenar al jefe tirano con cianuro para disfrutar el tono azul ultramarino y el intenso olor a almendras amargas característico de estos casos. Podría hacer cualquiera de esas cosas y sólo por un patético dolor de cabeza causado por la ausencia de sus manos...