Agüitada

Hoy es uno de tantos días en los que amanezco bien y conforme van pasando las horas comienzo a desdibujarme... Siento que no doy una, que la he regado, que soy una bruta y que debería estar en casa cuidando a mi abuela enferma y a mi sobrino travieso, regando las plantas, zurciendo calcetines, lavando ropa, barriendo y fregando pisos, cocinando para mis hermanos y ayudando en lo que se le ofrezca a mi madre. Que no debí estudiar, que no debí terminar la carrera, que no debí ejercer, ni llevar ese diplomado, que nunca debí subir a un escenario, que hubiera sido mejor quedarse en casa y creer así puedo ser feliz. Creo que jamás debí teñirme el cabello, perforarme la nariz, ni llevar tatuajes, colgarme dos aretes en cada oreja, beber vino, fumar, reir en público, opinar e intercambiar ideas sobre política o religión, sólo escuchar y asentir con la cabeza a todo lo que dicen.  Creo que nunca debí enamorarme, mucho menos llorar ridículamente por ello. Tampoco debí intentar fraguar amistad con nadie, en realidad no creo que tenga muchos amigos A-M-I-G-O-S (¡ya salió la muñeca fea del sótano!). Hubiera sido mejor rechazar las lecturas ofrecidas voluntariamente y sustituirlas por la fórmula Televisa. Que nunca debí escribir y mucho menos probar cocteles, que jamás debí tentar a la suerte. Sin embargo lo hice y hoy me siento tan vacía... ¡Estoy agüitada porque soy YO y porque no puedo ser OTRO, porque siento que estoy mal YO y no los OTROS! Por eso siento que no debería estar aquí ni en ningún lado. Todo porque es uno de esos días en que quisiera encontrar mi otredad y huir por la ventana mientras todo se va a la mierda.