Tregua
-¿Está aún fresca la oferta?
-Está. Dijiste prendiendo un cigarro que ya tenías desde hacía unos minuto estre los dientes. Subí al carro, mi vestido viejo se trabó en la puerta y se rasgó cuando lo jalé para desatorarlo. La falda me quedó a medio muslo, el cual tu miraste con lujuria. Puerco... Me pusiste la mano sobre la pierna, muy arriba, cerca de la ingle.
-¿Seguro que no te echarás atrás? Dije con mi vocecita de tres días sin comer. Mi cabeza estallaba. Tu risa ronca y seca resonó en mis oídos.
-¿Con quién crees que tratas nena? Te aseguro que no. Subías y bajabas la mano sudurosa, te relamías. Expulsaste el humo como hacen en las películas de gánsters. Sentí miedo y apreté las nalgas pensando en lo que me harías.
-No nos harás más daño si me acuesto contigo, ¿verdad? Temblaba, no voy a negarlo, mi estómago tenía hormigas, sudaba frío y mi corazón era un tambor.
-Je, es una tregua nena. Me enseñaste los dientes manchados de tabaco, apestabas a cenicero. Te acercaste a mi cuello, ¡qué asco sentí!
-Venga pues... Tragué saliva, las hormigas aguijonearon mi estómago y en mi cabeza la sangre bombeaba tan fuerte, que pensé que iba a reventar. Echaste el cigarro por la ventanilla, pusiste tu mano gruesa y caliente entre mis piernas, jadeaste un poco, sudabas como un puerco. Te ví con los ojos muy abiertos, asustada y tensa, tú estabas sonriente, triunfante. La carne es débil, muy débil... No contabas con mi astucia.¿Y ahora, que haré con tu cadáver?
1 Comentarios:
Me gusta Helnwein, esa imagen es genial. saludos
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