un poco de ajenjo

De las alas del hada verde para sus débiles mentes

sábado, septiembre 24, 2005

Tregua



-¿Está aún fresca la oferta?

-Está. Dijiste prendiendo un cigarro que ya tenías desde hacía unos minuto estre los dientes. Subí al carro, mi vestido viejo se trabó en la puerta y se rasgó cuando lo jalé para desatorarlo. La falda me quedó a medio muslo, el cual tu miraste con lujuria. Puerco... Me pusiste la mano sobre la pierna, muy arriba, cerca de la ingle.

-¿Seguro que no te echarás atrás? Dije con mi vocecita de tres días sin comer. Mi cabeza estallaba. Tu risa ronca y seca resonó en mis oídos.

-¿Con quién crees que tratas nena? Te aseguro que no. Subías y bajabas la mano sudurosa, te relamías. Expulsaste el humo como hacen en las películas de gánsters. Sentí miedo y apreté las nalgas pensando en lo que me harías.

-No nos harás más daño si me acuesto contigo, ¿verdad? Temblaba, no voy a negarlo, mi estómago tenía hormigas, sudaba frío y mi corazón era un tambor.

-Je, es una tregua nena. Me enseñaste los dientes manchados de tabaco, apestabas a cenicero. Te acercaste a mi cuello, ¡qué asco sentí!

-Venga pues... Tragué saliva, las hormigas aguijonearon mi estómago y en mi cabeza la sangre bombeaba tan fuerte, que pensé que iba a reventar. Echaste el cigarro por la ventanilla, pusiste tu mano gruesa y caliente entre mis piernas, jadeaste un poco, sudabas como un puerco. Te ví con los ojos muy abiertos, asustada y tensa, tú estabas sonriente, triunfante. La carne es débil, muy débil... No contabas con mi astucia.¿Y ahora, que haré con tu cadáver?

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Me gusta Helnwein, esa imagen es genial. saludos

10:30 p.m.  

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal